El derecho a la libre asociación pretende defender la libertad de grupos a unirse, pero ello no significa que tolere la discriminación. Me explico, tomemos por ejemplo el caso del Regatas, si todos los pitucones de Lima quieren juntarse, pueden hacerlo, y delimitar el ingreso a su asociación por medio de un precio exorbitante. Esto no es discriminación directa por nivel socio-económico, porque si un indigente (por poner un ejemplo) logra conseguir los 80 000 soles que cuesta la inscripción, éste tendría todo el derecho a asociarse al club (aunque entonces difícilmente sería considerado pobre pero bueno...). Por más que lo intenten tampoco pueden discriminar por raza, a lo más pueden mirar feo al cholito incipiente que consiguió la membresía.
El tema con las mujeres en cambio es distinto porque no se trata de que no puedan pertenecer a la asociación, sino que lo hacen desde una posición disminuida: hija, esposa, viuda de socio. Jamás socia a secas. El problema de la discriminación es que sucede precisamente dentro de una asociación, donde como tal, debería aceptar a todos sus miembros como iguales.
Ahora es cuestión de que no sólo pitee la gente de afuera, sino las mismas tías que se ven afectadas, y que han estado en esta situación desde la primera vez que entraron al club.
Muchas deben pensar por supuesto que es más cómodo así, que para qué hacerse problemas. Bueno pues, bajo esa perspectiva mejor no votamos tampoco, ¿para qué coño hacernos responsables por la cagada de presidente que tenemos si es más fácil tirarle el pato a los hombres? No sean telas pues tías, demuestren que el botox no les ha atrofiado la dignidad.
pd. Alan prensentó su postulación a socio del club Regatas unas semanas antes de soltar el decreto supremo, ya se la aprobaron, pero todavía no sale su carnet. A ver si lo aceptan ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario